En el hermoso país de los Muiscas, hace mucho tiempo, todo estaba listo para un acontecimiento: la coronación del nuevo Sipa, gobernador y cacique.
La laguna de Guata vita, escenario natural y sagrado del acontecimiento lucía su superficie tranquila y cristalina como una gigantesca esmeralda, engastada entre hermosos cerros. Las laderas, con tupidos helechos, mostraban botones dorados de chisacá, chusques trenzados como arcos triunfales, sietecueros y fragantes moras. El digital, como un hermoso racimo de campanitas, matizaba de morado el paisaje; el diente de león, cual frágil burbuja, arrojaba al viento sus diminutos paracaídas para perpetuar el milagro de su conservación y los abusiones de colores rojos y amarillos sumaban al concierto de belleza natural, el diminuto y tornasolado colibrí, su comensal permanente.
La laguna de Guata vita, escenario natural y sagrado del acontecimiento lucía su superficie tranquila y cristalina como una gigantesca esmeralda, engastada entre hermosos cerros. Las laderas, con tupidos helechos, mostraban botones dorados de chisacá, chusques trenzados como arcos triunfales, sietecueros y fragantes moras. El digital, como un hermoso racimo de campanitas, matizaba de morado el paisaje; el diente de león, cual frágil burbuja, arrojaba al viento sus diminutos paracaídas para perpetuar el milagro de su conservación y los abusiones de colores rojos y amarillos sumaban al concierto de belleza natural, el diminuto y tornasolado colibrí, su comensal permanente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario